martes, 12 de febrero de 2013


El sábado me encontré con Rafa.
Ni me acuerdo el tiempo que hacía que no nos veíamos. Por lo menos desde el 93 ó 94.
Es una de esas personas de las que de vez en cuando te acuerdas, y miras por el Google a ver qué tal le va.
No lo puedes calificar de amigo, ni de colega, ni tan siquiera amiguete, pero lo de excompañero de trabajo se me antoja demasiado poco, porque en aquella empresa, salvo alguna excepción había muy buen rollo, y más o menos todos éramos colegas.
Lo que sí sé es que me hizo muchísima ilusión encontrármelo y tomar un café con él, y ponernos más o menos al día de nuestras cosas, sin profundizar demasiado, pero tampoco recordando los viejos tiempos con nostalgia, más bien como siempre, como si el tiempo no hubiera pasado y estuviéramos almorzando y hablando sobre música clásica, el capítulo de Twin Peaks, descifrando las (insoportables para mí) letras de Franco Batiatto, o lo que se terciara en aquel momento.
Obviamente salió lo de que el mundo es muy pequeño, y la verdad, cuando te pasas doce horas dando vueltas por una ciudad, no es cuestión de tamaño, es una cuestión meramente estadística que acabes encontrándote con un familiar, un amigo, o con la persona que has llevado el día de antes en el taxi.
Por eso entre otras cosas me gusta este trabajo.

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