viernes, 22 de febrero de 2013

JUNTALETRAS


Al retomar la actividad del blog tras casi un año de tenerlo ocupando un espacio en la red para nada, he recibido todo tipo de comentarios, algunos a favor, otros en contra. Personas que les gustaba lo que escribía, y personas que les gustaba el cómo.
Obviamente, el ego se hincha como un globo, e intentas seguir escribiendo y buscando cosas sobre las que escribir u opinar; en parte para entretenerte, pero con el secreto y a veces inconsciente anhelo de que te vuelvan a lanzar elogios, hasta que la memoria viene a ponerte los pies en el suelo.
Voy a copiar un fragmento de la biografía de Mark Twain en que hace referencia a los aficionados literarios o periodísticos con aspiraciones:
El aficionado literario, con su pluma sin instrucción, pone todas sus tosquedades juntas y se las ofrece a las revistas, una tras otra; es decir, las propone para páginas restringidas a escritores que han ganado su rango y su destino tras años, e incluso décadas de preparación dura y honesta en los puestos más bajos del oficio literario […]. Estoy seguro que esta afrenta no se produce en ningún oficio más que en el nuestro. Una persona no preparada para hacer zapatos no ofrece sus servicios como zapatero al encargado del taller; ni siquiera el más crudo de los aspirantes literarios sería tan poco inteligente como para hacer eso. Vería el humor que hay ahí; vería la impertinencia de su acción; reconocería como el más lógico de los hechos que es necesario un período de aprendizaje para cualificar a una persona como albañil, constructor, impresor, veterinario, carnicero, panadero, conductor de coches, comadrona y todas y cada una de las ocupaciones en las que el ser humano consigue su pan y su fama. Pero cuando de literatura se trata, su sabiduría se desvanece de repente y piensa que se encuentra ante la presencia de una profesión que no requiere aprendizaje alguno, ni experiencia, ni entrenamiento, únicamente, un talento seguro de sí mismo y el valor de un león.
Personalmente no persigo reconocimiento alguno, más allá de que a mis amigos les pueda gustar o no lo que leen.
Lejos queda de mi imaginación el publicar algo, incluso el intentar algún día escribir algo que fuera susceptible de pasar al papel o a una biblioteca electrónica.
Me conformo con compartir de la mejor manera que sé o de la que soy capaz ese día de reflejar cualquier cosa que se me haya pasado por la cabeza, sin intentar convencer a nadie, simplemente opinar o transmitir una sensación.
Reconozco que me falta la capacidad de trabajo necesaria para escribir, repasar, retocar, volver a repasar y volver a retocar, y sobre todo, ser capaz después de horas para escribir cuatro líneas, reconocer que no valen para nada y borrarlas.
Es por ello que esta entrada de hoy lleva por título “JUNTALETRAS”, que como mucho es a lo que aspiro a llegar.

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