viernes, 6 de diciembre de 2013

INMORTALES



Desde que el mundo es mundo el ser humano ha soñado con alcanzar la inmortalidad.
Son infinidades de novelas, leyendas, mitos y películas los escritos para reflejar ese anhelo.
Desde el mito de Fausto a la película Highlander (Los Inmortales aquí), pasando por la novela “El Ocho” y “El Retrato de Dorian Gray” y la Fuente de la Eterna Juventud, siempre, se especulaba con la posibilidad de alcanzar la vida eterna. Y no olvidemos Drácula.
Y luego, ya que no se podía alcanzar físicamente, llegaron las religiones para asegurarnos que nuestro cuerpo no, pero nuestra alma es inmortal, y que irá a parar a un bello lugar si seguimos los preceptos que nos marcan.
Claro que por otro lado, todas las religiones condenan al infierno a los no creyentes, así que como todos somos no creyentes de una u otra religión, pues está claro dónde vamos a ir a parar.
Imaginaros por un momento que sois inmortales, que, yo qué sé, os habéis comido un tomate que ha estado expuesto a cualquier cosa, y alcanzáis la inmortalidad.
Molaría, eh?
Señor del banco, vengo a que me dé una hipoteca, ¿que a cuanto la ponemos? Pues no sé, ¿doscientos años le parece bien? Pues venga, cuotas de dos euros al mes que yo las iré pagando para que su requetetataranieto la acabe de cobrar.
Visitar esos lugares que uno siempre ha querido conocer, y que como no hay prisa te puedes permitir el lujo d ir andando, Alaska, Alice Springs, Samarkanda!!!..
Intentar ligar con cualquier tía por buena que esté, tiempo para insistir nos va a sobrar, así que aunque sea por pesado va a acabar cayendo. Bueno, aquí no le veo la ventaja, porque claro, si la Heidi Klum (un poné) se me resiste, yo puedo darle la brasa, dorarle la píldora todo lo que haga falta, pero… ¿me seguirá molando la Klum cuando ella tenga 70 años? Si yo fuera un Dinio o un Alfonso Díez cualquiera, no habría problema, te enrollas con la abuela y tan contento, pero no es el caso; que yo seguiré como siempre (según mi madre y mi abuela, “guapismo del tó”).
Y claro, con ir guardando trastos, te acabas convirtiendo en anticuario, cuestión de esperar, y el botijo que anda por casa y no sabes por qué sigue apareciendo, resulta que acaba siendo una pieza arqueológica.
Todo esto está muy bien, pero, y siempre hay un pero:
¿Qué pasará el día que hayas hecho todas esas cosas que ahora te gustaría hacer?
Cuando ya estés harto de ver las Mezquitas e Samarkanda, de ir en trineo por Alaska o patearte el “outback” australiano… ¿entonces qué?. Más proyectos, más cosas, pero es que te los acabarás, que la eternidad es muy larga y no se para.
Como dijo Borges “¿De qué otra forma se puede amenazar que no sea de muerte? Lo interesante, lo original sería que alguien lo amenace a uno con la inmortalidad”
A lo que yo me permito añadir, en plan maldición gitana “que te amenacen con tu inmortalidad, y con la de tu suegra”